Reflexiones, Tiempo en familia

Mi casa está sucia

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Mi casa está sucia. Sí, ya sé. Todas estáis pensando: “Seguro que no es para tanto. La mía está muchísimo peor. Etc, etc…” Pero creedme, está sucia. A simple vista no lo parece. Pero he estado de mudanza recientemente, y me he llevado unas cuantas sorpresas.

A lo mejor la descripción de mi casa os resulta familiar. Repartidos por distintas partes del suelo, que más o menos consigo mantener limpio, aparecen juguetes de distintas formas y tamaños, con los que nos vamos tropezando. Algunos hacen ruido y música, lo cual hace aún más divertido tropezar.

Los platos sucios en la pila de la cocina nunca consiguen desaparecer. El cesto de la ropa sucia nunca está vacío y la montaña de ropa para planchar crece mucho más rápido de lo que decrece.

Todos los espejos y cristales están llenos de huellitas de una mano preciosa y pequeñita. Algunos tienen las marcas que ha dejado esa misma manita al intentar limpiarlos con una toallita llena de crema.

Como decía, alrededor de los muebles, sofás, estanterías y demás, el suelo está limpio. Pero por favor, no intentéis moverlos y mirar debajo.

Mi coche transporta una mezcla de juguetes, trocitos de galleta, chupetes perdidos y botellas de agua. Y podría seguir con la nevera, el horno o los estantes que están demasiado altos para establecer contacto visual con ellos, pero creo que habéis captado la idea.

Mi casa es un hogar, no un palacio. Es acogedora, está lo bastante limpia como para que mi pequeña pueda jugar en el suelo o nuestros amigos vengan a visitarnos, tiene velitas perfumadas y luces cálidas, y huele a vainilla. Es nuestro hogar. Pero no está preparada para una visita Real inesperada. La razón es simple: no me paso el día limpiando. Supongo que en opinión de muchos, debería hacerlo, ya que soy ama de casa. Pero no lo hago.

No me interpretéis mal, me encanta el orden y la limpieza. Desde muy pequeña el desorden me creaba ansiedad, necesitaba tener todo perfectamente limpio y ordenado a mi alrededor. Así que cuando llegó nuestra pequeña y tomamos la decisión de que yo me quedase en casa con ella, también tomamos otra decisión: priorizar. Decidimos que nuestra pequeña sería lo primero y más importante.

Nuestros hijos necesitan lo mejor de nuestro tiempo, y en gran cantidad. A veces cometemos el error de creer que, porque estamos en casa con nuestros hijos, les estamos dedicando el tiempo que necesitan. Pero no necesariamente es así. Cuando estamos constantemente ocupados con nuestras muchas ocupaciones, hasta el punto que nos falta el tiempo y la energía para sentarnos en el suelo a jugar con nuestros hijos, algo estamos haciendo mal. Cuando al acabar el día nuestra casa está impecable pero nuestros zapatos no están sucios de jugar en la calle con nuestros pequeños, algo hemos hecho mal. Si hemos conseguido terminar todas nuestras tareas pero no nos duele la tripa de tanto reir, algo hemos hecho mal.

Mi casa está sucia, es cierto. Hemos renunciado a una casa perfecta. Pero a cambio hemos obtenido mucho más.

Hemos obtenido risas y juegos desde que nos despertamos, antes incluso de salir de la cama; sesiones de abracitos y mimos a cualquier hora del día; páginas y páginas de nuestro cuaderno con flores y corazones dibujados; largos paseos por el campo observando bichitos, recogiendo flores y acariciando caballos; tardes enteras jugando a la pelota en el jardín o construyendo la torre más alta del mundo para derribarla después…

Hemos obtenido un lugar lleno de juegos, risas, abrazos, cosquillas, sin prisa y sin mirar el reloj. Hemos obtenido un lugar lleno de amor y confianza, en el que podemos descansar tranquilos sabiendo que las personas siempre estarán por encima de todo lo demás. Hemos cambiado nuestra casa por un hogar.

Hace tiempo tomamos la decisión de que lo urgente no robaría el tiempo a lo importante. Pero es una decisión que debemos seguir tomando cada día, en cada momento. Cada vez que estoy limpiando o estudiando y mi pequeña viene a mí con un libro o con su muñeca, necesito volver a tomar la misma decisión.

No siempre voy a poder complacerla. Algunas tareas no pueden esperar. Y es en esos momentos cuando ella aprenderá a manejar su frustración. Pero nunca, más de lo imprescindible.

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su momento.” (Eclesiastés 3:1)

Este es su tiempo, su momento. Nuestro momento. Algún día, mi pequeña estará lista para volar, y se marchará. Entonces volveré a tener tiempo de sobra y mi casa volverá a brillar como el cristal. Pero aun no. Este es su momento, y necesito asegurarme de no lamentar ni un minuto de los que Dios me regale a su lado; mirar atrás y sonreir recordando todas las cosas que hemos hecho juntas, sin tener que lamentar todas las que no hicimos.

Necesito que, después de volar, mi “pequeña” vuelva a casa de vez en cuando para recibir más del amor y la atención que recibió en su hogar. Y cuando eso suceda, dejaré lo que esté haciendo y me sentaré con ella a reir, llorar, jugar y recordar.


A todos nos viene bien una pequeña ayudita para que nuestra casa no esté tan sucia 🙂 Si tú también la quieres, te invito a que le eches un vistazo a esta selección de los mejores robots aspirador del mercado. ¡Así tendrás más tiempo para dedicarlo a lo que de verdad importa!

5 thoughts on “Mi casa está sucia”

  1. Hermoso!! espero tener esa paciencia para ver mi casa “sucia” jeje aunque estoy segura que el tiempo invertido con mi niña será mucho mejor todavía.

    1. Ya verás, Alicia. No vas a lamentar ni uno solo de los minutos que pases con ella. Los únicos que puedes lamentar son los que no pases, porque el tiempo pasa demasiado rápido! Un beso, preciosa!

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